Un sueño hecho realidad: la historia onírica de un enfermero en el papel de piloto en la cabina de un avión, afrontando una situación de emergencia con profesionalidad y calma. El sueño, lleno de estrategias operativas, resulta ser una experiencia en un simulador de vuelo. Las reflexiones que surgen exploran la importancia de la comunicación, el trabajo en equipo y la simulación para afrontar retos complejos. Una invitación a soñar y mejorar a través de la práctica y la colaboración.
No hay nada como un sueño para crear el futuro
Victor Hugo
He tenido un sueño.
Y como todos los sueños que impresionan, siento la necesidad de contarlo, a riesgo de aburrir o parecer alguien con la cabeza en las nubes.
Estaba en un avión de pasajeros, en la cabina, en el asiento del piloto. Agarraba con fuerza la palanca de control con una mano y las palancas del motor con la otra. Mis pies descansaban sobre los pedales, los talones en el suelo y los dedos en los frenos. Los cinturones de cinco puntos me abrazaban firmemente al asiento, que podía regular en altura, distancia e inclinación. Mi brazo derecho descansaba sobre un tipo especial de soporte, cuya inclinación podía ajustar milimétricamente para no crear tensión en mi muñeca y, por tanto, en la mano que controlaba el cloche.
En el sueño me dije: «¿son estas estratagemas lo que llaman Factores Humanos?», esas estrategias para construir equipos que facilitan el trabajo de los operarios?
Mis ojos estaban saturados de luces, colores y números que surgían de las pantallas que tenía delante. Un enorme videojuego en el que todo sucedía deprisa. Intentaba mantener las alas niveladas, no perder velocidad, entender cuándo y cómo girar o cómo subir y bajar. Pero también mirar hacia fuera, para evitar las montañas o la célula de tormenta a mi derecha. Sentía fuertemente la necesidad de no perder ningún dato y mi mente trabajaba como un procesador recalentado para mantener todo bajo control, para no perder ningún parámetro.
En el sueño me dije: ‘ahora entiendo lo que significa dividir la atención. No caer en la trampa de la fascinación ni fijarse en algo que atrae con el riesgo de perder el contexto general».
Pero no estaba solo. A mi lado había otro piloto que, paso a paso, pronunciaba una extraña letanía. A cada una de mis peticiones repetía mi orden, la ejecutaba y me confirmaba una vez más que la había ejecutado. Y yo, como un loro mecánico, repetía que lo había entendido y ejecutado. Y así sucesivamente, para cada acción importante.
En el sueño me dije: «¿serán los famosos Protocolos Comunicativos?«, esas técnicas de intercambio de información diseñadas para no perder ningún dato importante y compartirlo sin ambigüedades con los demás.
Mi segundo piloto vigilaba cada una de mis acciones. Me apoyaba leyendo las listas de comprobación en voz alta, anticipando las acciones a realizar y su secuencia. A intervalos regulares, corregía, complementaba.
En el sueño me decía: «No lo hace para controlarme, sino para protegerme de los errores y los olvidos«.
De repente, el ambiente se caldea y de una de las pantallas sale un aviso de incendio para el motor derecho. Una luz roja, acompañada de un sonido de campana y muchas vibraciones. Mi colega, con voz tranquila y clara, recita ‘Motor número 2 INCENDIO: lista de comprobación de emergencia’. En mi cabeza pensé ‘¡Las agujas del reloj corren, corren, corren! Sin embargo, siguieron una serie de acciones realizadas con estudiada lentitud, cada una precedida de una declaración en voz alta para que yo pudiera seguir lo que sucedía. Sin prisas, con un ritmo sostenido y controlado.
En el sueño me dije: «así que no hay necesidad de darse prisa si se puede manejar una emergencia de manera ordenada y precisa«.
¿Qué hacer cuando se vuela con un solo motor? Decides adónde ir, pero incluso antes de eso evalúas el estado general del avión, las condiciones meteorológicas, los aeropuertos disponibles para un aterrizaje seguro. Mi colega lleva la cuenta de todo esto y antes de cada decisión utiliza unas siglas curiosas (FORDEC, DECIDE, T-DODAR) que no puedo repetir pero entiendo que ayudan a tomar la mejor decisión, en el menor tiempo.
En el sueño me dije: «así que incluso en una emergencia puedo controlar la impulsividad y, con la estrategia de toma de decisiones adecuada, mantener a raya los posibles sesgos y elegir la mejor opción».
Todo parecía tan real que podía sentir la sensación de la aceleración en el despegue (que te aplasta contra el respaldo) o el frenazo en el aterrizaje, con el fuselaje vibrando. Y todo ello me empujaba a sumergirme aún más en la realidad de volar.
En el sueño me dije: «si este sueño es tan cierto, entonces podemos recrearlo y volver a hacerlo, simulando la realidad para entrenarnos una y otra vez y mejorar».
Este pensamiento fue tan fuerte que me desperté y me di cuenta de dónde estaba realmente: en un simulador de vuelo. En un lugar donde el sueño se convierte en realidad y la realidad en escenario. Y donde cada escenario puede desarrollarse con total libertad. Libre de peligros, juicios y culpas. Probando y volviendo a probar, innumerables veces, hasta que nuestros deseos de perfección empiezan a tomar forma y concreción. Liberarnos de los errores y darnos mayor seguridad. Una recompensa preciosa para compartir con nuestros pasajeros.
Un último pensamiento cruzó mi mente al salir de la cabina, una intuición. ¿Quizás trabajar en equipo es como hacer música en una orquesta? ¿Quizá somos pequeñas notas en una gran partitura? Y como los que hacen música, no sólo hay que saber leerla, sino saber tocar con los demás.
Fue entonces cuando mi colega me miró a los ojos y, en voz baja, susurró: «¿Oyes la música?«. En mi mente, con lucidez, respondí: «Sí, la oigo«.
¿Los que llevamos bata blanca también podemos intentar soñar así?
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